Estoicismo: cómo aplicar los principios estoicos en tu día a día

JORGE BENITO
El estoicismo es una corriente filosófica que se remonta a la Grecia antigua y cuyos principios no solo siguen vigentes, sino que están en pleno apogeo.
Y la razón principal de este resurgir de lo estoico es que cada vez más personas, conscientes de que nuestra civilización está demasiado orientada a la búsqueda del placer, se han dado cuenta de que han desatendido todo eso que necesitan construir desde dentro.
No solo tenemos más dificultades que nunca para enfrentar los momentos de dolor y adversidad, sino que también estamos perdiendo la capacidad de saber disfrutar de los momentos de alegría y gozo.
El estoicismo nos invita a construir desde dentro una estructura de pensamiento y comportamiento que nos ayude a:
- Permanecer erguidos ante las dificultades.
- Superar miedos irracionales y desarrollar nuestro coraje.
- Prosperar en entornos estresantes y hostiles.
- Salir de la reactividad para tomar decisiones desde la claridad.
- Lograr el autodominio y la maestría emocional.
- Establecer una dirección de vida significativa.
- Y conquistar nuestra propia libertad.
Ahora bien, cómo propone el estoicismo que logremos todo esto. Cómo dejamos de ser tan frágiles y temerosos.
Eso es lo que vamos a ver en este artículo. Primero vas a conocer más acerca de esta estructura de pensamiento estoica, y tras ello voy a centrarme en 3 principios estoicos que a mí me han resultado particularmente útiles.
Qué hacer con tu dolor y tu miedo
“La tristeza, aunque esté siempre justificada, muchas veces sólo es pereza. Nada requiere menos esfuerzo que estar triste.” – Séneca
Séneca, uno de los filósofos estoicos más influyentes, recibía multitud de cartas en las que personas de su círculo cercano le escribían buscando consuelo. Estaban pasando por malos momentos y querían que el sabio les dedicara unas pocas palabras de ánimo para aliviar su dolor.
Pero Séneca no les daba eso. Él les ofrecía respuestas que, a primera vista parecerían más oscuras, para algunos puede que hasta hirientes y crueles, pero que llevaban a un destino más luminoso. Y esa era precisamente su intención.
Él creía que la mejor forma de ayudarlos no era darles palabras mimosas y sensiblería barata, sino ponerlos en contacto con su fortaleza interior. De esa forma, podrían transitar ese dolor con mayor entereza y salir de ese lugar sombrío en el que se encontraban más fortalecidos que nunca.
Para las personas que tienen una actitud más “progre”, cuando alguien está sufriendo hay que proporcionarle placer y evitarle el dolor. A una persona que atraviesa por un período de adversidad hay que hablarle con mucha delicadeza, teniendo mucho cuidado de no decir nada hiriente y ofensivo, y tratarla con mucha dulzura porque esa persona es muy frágil y puede romperse si no le das lo que ella espera.
Y si no haces esto, si no te comportas de esta forma, eres una persona cruel, desconsiderada y con una total falta de solidaridad con los desvalidos. Es inaceptable tratar así a una pobre víctima. Algunos hasta lo consideran un crimen de odio.
Para los estoicos, la mejor forma de ayudar a que esas personas que están pasándolo mal superen ese bache no es acariciar su espalda, sino ayudarlos a fortalecer esa espalda. “No pidas una carga más ligera, pide una espalda más fuerte”, que dice el proverbio. Esa es, para ellos, la forma más elevada de compasión.
Los estoicos notaron que cada vez que sucede algo inesperado y doloroso, los seres humanos solemos caer muy fácilmente en la queja y el lamento.
La razón es que la queja lanza la responsabilidad afuera. Ahí afuera hay algo o alguien oprimiéndonos y maltratándonos. Y aunque este sentimiento es muy incómodo, es mucho más llevadero que reconocer nuestra propia responsabilidad individual.
Cuando el culpable de mi dolor está ahí fuera, cuando es algo o alguien ajeno a mí, esto siempre es menos doloroso que reconocer mi propia debilidad.
Para el estoicismo, vivas la situación que vivas, cuando la abordas desde la queja, el lamento, la desesperación… o cuando sientes que la mala suerte te persigue, que se ha cometido una injusticia contra ti, que eres víctima de alguien, o que la vida te debe algo a cambio de tanto padecimiento…
Todo eso solo le añade dolor a una situación que, ya seguramente ya es bastante dolorosa por sí misma.
No tiene ningún sentido, no te ayuda a solucionar nada, y de hecho solo lo empeoras porque enredarte en la amargura y el resentimiento es un camino seguro para despedazarte por dentro.
¿Qué debes hacer para salir de ahí?
Cambiar tu enfoque.
Y hay 3 principios estoicos que a mí me han resultado particularmente útiles a la hora de cambiar mi enfoque:
- El primero es retirar tu atención de todo eso sobre lo que no tienes ningún control y centrarte en lo que sí puedes controlar. A esto lo llamamos desarrollar un locus de control interno.
- El segundo es tratar a tus obstáculos con indiferencia emocional para no quedarte emocionalmente enredado en la adversidad. El noble arte de que todo te importe un carajo, aunque con matices, por supuesto, como veremos después.
- Y el tercero es prepararte para lo peor. En lugar de fantasear con que todo pasará por sí solo y el sol volverá a brillar, el estoicismo propone salir de esta actitud pasiva y prepararte activamente para lo peor porque ahí, en esa preparación, vas a descubrir que hay en ti mucho más de lo que ves.
Vamos a ver estos 3 principios por separado.

Para los estoicos, ser una persona débil no ayuda a nadie.
Locus de control interno
Locus de control interno.
¿Cómo propone el estoicismo que logremos este autodominio, esta maestría mental y emocional?
Concentrando tu atención en lo que puedes controlar, y retirando esa energía mental de todo lo que no puedes influir voluntariamente.
El foco lo pones en tu esfera de control interno y externo.
Pero no con un deseo de controlarlo todo de forma tiránica, sino con la intención de mejorar lo que puedes mejorar, y ejercitar la aceptación de lo que va más allá de ti.
La mente que ha caído presa de la negatividad quisiera controlar lo que no puede ser controlado, aspectos de la realidad que están sujetos a fuerzas sobre las que tú no puedes influir. Cuando caes en la trampa de la negatividad, te estás desviando de tu camino, que es poner el foco en lo que está dentro de tu dominio. Tu comportamiento, tu actitud, tu pensamiento, tu verbo.
Y la mejor forma de lograr este locus de control interno es aprender a dominar tu atención.
Cuando aprendes a controlar conscientemente tu flujo atención, lo cual puedes lograr fácilmente con el hábito diario de la meditación, puedes salir de las tribulaciones mentales y desarrollar esa metacognición que te permite ir más allá de tu pensamiento habitual, más allá de la negatividad que tanto le gusta a la mente.
El propio Epicteto, otro gran referente de la filosofía estoica, afirmaba que te conviertes en aquello a lo que le prestas atención.
Trata a los obstáculos con indiferencia
Siguiente aspecto del estoicismo. Tratar a los obstáculos con indiferencia emocional.
Y no tiene nada que ver con perder tu humanidad ni volverte frío como el hielo.
La idea es dejar de pensar en los obstáculos como problemas, y en lugar de ello comenzar a verlos como desafíos.
Cuando percibes una situación como un problema, tu mente de forma natural lo aborda como algo ajeno a ti. El problema es algo que está ahí afuera y viene a despedazarte, como cuando surge un desastre natural. Esto inmediatamente te coloca en una posición de víctima.
Pero cuando piensas en ello como un desafío, de repente se trata de ti. Se trata de tu responsabilidad individual, de cómo reunir tus recursos internos y externos, cómo prepararte mejor, cómo desarrollar una mayor tolerancia a la frustración, o cómo mejorar para poder superar el desafío y tener éxito.
Decía Séneca: “No hay nadie menos afortunado que aquel a quien la adversidad olvida, pues nunca tiene oportunidad de ponerse a prueba.”
Este es el enfoque que el estoicismo propone. Una resiliencia que te ayuda a tratar las dificultades que van surgiendo en tu vida como si no pudieran quebrarte. Con una actitud estoica, no hay forma de que tu moral y tu espíritu se rompan.
Prepárate para lo peor
Y el tercer componente del estoicismo que he querido abordar en este vídeo es prepararte para lo peor. No preocuparte, que es una actitud de contracción, sino prepararte, que es una actitud proactiva y expansiva.
Decían los estoicos: “¿Qué es lo peor que podría suceder? Ahora imagina que sucede. Y date cuenta de que puedes sobrevivir a eso. Eso que hoy te parece insoportable, se vuelve mucho más soportable porque has desarrollado tu fortaleza interior.”
Lo único a lo que no puedes sobrevivir es la muerte.
De hecho, el estoicismo tiene muy presente a la muerte. Es el famoso MEMENTO MORI: recuerda que morirás.
Por muy dulce que sea tu vida, como mínimo vas a enfrentarte a la muerte. Vas a presenciar la muerte de tus seres queridos. Y en última instancia, tu propia muerte.
Esta conciencia de la propia muerte es una invitación a recordar lo que verdaderamente importa y poner tu foco de atención ahí. Que no tengas que lamentarte después de que tu vida pasó por delante sin que tú tuvieras la audacia de vivirla como realmente quisiste vivirla.
Así que este memento mori no está ahí para caer en el nihilismo, “nada importa, porque total, vamos a morir”.
No. Está ahí para que tengas presente que convives con la tragedia, y para que reveles tu coraje, tu valentía y tu grandeza.
Personalmente, la filosofía estoica me ha mostrado un camino en el que, aunque las cosas salgan al revés de como a mí me gustaría, lo cual suele ser bastante habitual en la vida, puedo transitar eso sin hundirme ni desesperarme.
Y también veo en el estoicismo una invitación al optimismo.
Pero no un optimismo azucarado donde todo es chupi guay y el universo te regala una vida de ensueño solo porque tú lo deseas.
Sino un optimismo en el que tú mantienes una actitud expansiva porque sabes que aunque te caigas, vas a levantarte de nuevo.
Y cuando sabes esto, cuando sabes que pase lo que pase tú vas a levantarte, dejas de tenerle tanto miedo a las caídas.
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