Vencer al dragón en su guarida: cómo fortalecer tu mente, superar tus miedos y actuar con valentía

JORGE BENITO
Hace mucho tiempo, en las remotas montañas de un reino muy lejano, un malvado dragón despertó tras 100 largos años de letargo.
El rey convocó a todos los caballeros y les pidió que rápidamente fueran a la guarida del dragón y acabaran con él allí, antes de que trajera su ruina y su fuego.
Pero los caballeros, que nunca antes habían peleado contra un adversario tan formidable, no se atrevieron a hacerlo.
El rey volvió a hacer un segundo llamado, pero de nuevo los caballeros, acobardados, no acudieron.
Y por tercera vez el rey, desesperado, les pidió que evitaran la tragedia saliendo a cazar al enemigo, pero nadie se atrevió a mover un dedo.
Hasta que una mañana, cuando el primer rayo de sol asomaba tras las montañas, la sombra de la bestia sobrevoló el reino, y antes de que las gentes pudieran reaccionar, el dragón descendió sobre ellos arrasando todo lo que encontró a su paso.
Cuando solo quedaba ya humo y escombros, y todo había sido destruido, el dragón bajó a tierra y allí, frente a él, vio que todavía quedaba en pie un caballero.
El joven estaba tan asustado que le faltaba el oxígeno, sus dientes castañeaban, apenas se tenía en pie y el corazón se le salía del pecho. Y de repente, sin saber muy bien cómo, soltó un tajo que dejó al dragón ciego de un ojo, y de nuevo, dominado por un poder desconocido, le dio otro espadazo que le amputó la garra derecha, e inmediatamente después su brazo volvió a moverse solo y esta vez el golpe rajó la garganta del dragón dejándolo herido de muerte.
Todo había sucedido muy rápido, en uno o dos segundos, y el caballero, aún tembloroso, cayó de rodillas y se quitó el yelmo para recuperar el aliento. Delante de él, el dragón yacía inerte en el suelo, y cuando miró a su alrededor y vio a todos sus vecinos, sus amigos y su familia reducidos a polvo, por fin lo comprendió todo.
En ese instante se dio cuenta de que si hubiera salido al encuentro del dragón cuando tuvo ocasión, si hubiera tenido el coraje para enfrentarlo en su guarida, seguramente lo hubiera vencido.
Pero aunque el dragón lo hubiera despedazado con sus garras y chamuscado con su fuego, el caballero supo que hubiera preferido morir de esa forma, adentrándose con valentía en la cueva más oscura y haciendo frente a sus miedos, que verse donde ahora estaba: victorioso pero solo, arrodillado, y con todo lo que una vez amó consumido por su cobardía.

¿Cómo reunir el valor de salir a enfrentar nuestros peores temores, cuando el miedo es intenso y el peligro demasiado alto?
El verdadero coraje
La conquista de nuestra libertad personal es el resultado de enfrentar esas situaciones que nos dan miedo pero que sabemos que tenemos que hacer frente y resolver.
Al dragón hay que derrotarlo en su propia guarida, no en la puerta de nuestra casa cuando ya es tarde para evitar daños mayores y el precio de la victoria es demasiado alto.
¿Pero cómo? ¿Cómo lo hacemos? ¿Cómo ir directos hacia eso que tanto nos aterra y tanto nos duele cuando lo que en realidad nos gustaría es salir corriendo en la dirección opuesta para huir del peligro?
Una de las estrategias que mejor parecen funcionar, y la literatura clínica al respecto es muy amplia, es exponerse voluntariamente al miedo en pequeñas dosis. Y aquí la palabra clave es voluntariamente.
Lo que haces es dividir el gran miedo en pequeños miedos, pequeños pasos que también dan miedo pero no tanto, y vas escogiendo qué pasos dar, en qué orden, y a qué ritmo.
Y al mismo tiempo, a medida que vas enfrentando esas situaciones que tú eliges, también vas adquiriendo poco a poco las habilidades que te permiten conquistar esos pequeños desafíos. Te preparas según lo vas necesitando, al ritmo que tú estableces voluntariamente, y desarrollas destrezas que antes no tenías.
Y al hacer esto, sucede algo muy interesante: tu miedo no desaparece en absoluto, pero te vuelves más valiente. Cambias tu relación con tu miedo. Aprendes a transitarlo sin sucumbir emocionalmente.
En primer lugar, las habilidades que vas adquiriendo poco a poco se vuelven parte de tu arsenal interno. Y cuando tienes habilidades que antes no tenías, tu confianza y tu coraje aumentan.
Y en segundo lugar, cuando te desafías a ti mismo, un montón de recursos cognitivos y biológicos que ni siquiera sabías que tenías hacen acto de aparición, y cuanto más grande el desafío, con más fuerza emergen. Tu sistema nervioso se fortalece, y se vuelve capaz de responder de forma diferente al miedo.
Surge el llamado miedo del héroe: sabes que el dragón te puede despedazar, sabes que posiblemente tus opciones de vencerlo sean mínimas y tienes miedo, tanto como antes, pero igualmente haces lo que sabes que tienes que hacer porque eres consciente de que te corresponde hacerlo en pos de lo que consideras valioso y significativo en tu vida.
Aunque el peligro es extremo, sabes que es mucho más dañino quedarte en casa como un cobarde esperando a que el dragón venga a devorarte. Quedarte de brazos cruzados, además de que solo lo empeora todo, te lleva a despreciarte secretamente por haber elegido vivir de esa forma, así que actúas a pesar de tu miedo.
Hay una aceptación del miedo, un saber convivir con el miedo, y un no dejarse dominar por el miedo.
El héroe de su propia historia no tiene menos miedo. Su miedo es intenso, y sabe que hay dolor y sufrimiento en su vida, y es consciente de la maldad y el peligro que lo rodean, pero también sabe que su capacidad para superar todo eso es mucho mayor.
Ahora bien, esa capacidad no va a aparecer por sí sola sin que uno no haga nada. La única forma de permitir que emerja es desafiarse a uno mismo, y eso lo logramos haciéndole frente a esa oscuridad que nos acecha y nos aterra.
Estamos hechos para tener miedo, pero también estamos hechos para el desafío y la aventura.

El miedo del héroe.
El obstáculo es el camino
Mucha gente piensa que lo que nos detiene son los obstáculos que vamos encontrando. Todo lo contrario. Los obstáculos son lo que nos ayuda a avanzar, y sin ellos no podríamos hacerlo.
Y esto no es una frase motivadora. Es un hecho empírico contrastado.
Cuando surge un obstáculo que nunca antes habías enfrentado, básicamente tienes que resolver un problema que nunca antes habías resuelto.
Así que para resolverlo tienes que reunir recursos interiores y ejercitar destrezas que nunca antes habías usado de esa forma particular, con lo cual, creces. Te conviertes en alguien que antes no eras.
Por eso el obstáculo es tan vital como el oxígeno, y esto no tiene nada que ver con motivación azucarada.
A mí me costó aceptar este hecho, pero cuando finalmente lo hice, dejé de desear que todo fuera fácil y dulce, dejé de querer vivir desde la comodidad de hacer lo mismo de siempre, y dejé de fantasear con no tener desafíos y adversidad.
Dostoievski afirmaba que si el ser humano lograra crear una realidad utópica donde no existen los problemas y todo es super happy, ya nos encargaríamos de destrozarlo para que algo emocionante, inesperado y problemático sucediera. Y nuestra propia naturaleza psicobiológica, que ha ido expresándose a lo largo de la historia, parece apoyar esta tesis.
Necesitamos esos aspectos difíciles de la vida para crecer y desarrollarnos.
Y claro que da miedo pensar que la adversidad va a golpearnos tarde o temprano. Desde luego que el miedo está ahí. Pero no es lo único que está ahí.
Hay algo más. Algo que desconocemos y que todos podemos descubrir cuando le hagamos frente al temible dragón que nos acecha.
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